jueves, 5 de noviembre de 2009

La historia economica y los hechos importantes.

La historia de la economía brasileña comienza en el período colonial, en el que dependía de la demanda de la metrópoli portuguesa, interesada en ciertos productos como la caña de azúcar o el oro y en el café, del que llegó a ser uno de los mayores productores del mundo a partir de la segunda mitad del siglo xix. Ya en el siglo xx, la gran depresión de 1929 fue decisiva para la economía brasileña, pues redujo la importancia del café e impulsó el proceso de industrialización del país. Más adelante, durante el período de posguerra se produjo un proceso de substitución de importaciones, que comenzó en el sector de bienes de consumo y acabó alcanzando la producción de bienes de capital y de insumos básicos, en especial a partir de los años finales de la dictadura militar impuesta en 1964. En la actualidad, la industria brasileña representa el 20% de la producción nacional, la agricultura otro 20% y el sector servicios el 60% restante. La característica más distintiva de la historia económica del país, así como de la de otros países iberoamericanos, es la inflación, que desde 1948, año en el que la Fundación Getúlio Vargas comenzó a registrar los índices generales de precios, ha sido muy alta, siempre en crecimiento y alcanzando valores anuales muy elevados. Durante los años sesenta, esta tasa se incrementó rápidamente debido a las medidas del gobierno de João Goulart, que aplicó una serie de reformas que terminaban con el subsidio a las importaciones y devaluaban el cambio en un 100%. En 1964 el Gobierno fue depuesto por un golpe militar que inició su propia política económica, en la que cabe destacar la nueva autonomía de las empresas estatales, que pasaron a organizarse por sectores: eléctrico (Electrobrás), siderúrgico (Siderbrás), petroquímico (Petrobrás) y de comunicaciones (Telebrás). Además, se estableció una rígida política salarial que disminuyó la tasa de inflación y se creó una legislación que permitía la corrección monetaria de los impuestos y de los activos financieros y, a partir de 1967, las devaluaciones cambiarias. En 1974, debido a la crisis del petróleo, la inflación experimentó un nuevo ascenso, que se agravó con la segunda crisis del petróleo en 1979 y con la crisis de la deuda externa en 1982, iniciando un difícil período para la economía brasileña, con la interrupción de los préstamos exteriores y la elevación de la tasa de inflación a niveles inéditos. También se observó un aumento en dicha tasa cuando, con el fin del gobierno militar en 1985, comienzan las actualizaciones cada vez más frecuentes de los salarios. Para acabar con esta situación, el país ha pasado desde 1986 por varios planes de estabilización económica, el primero de los cuales (Plan Cruzado, 1986) acabó con la corrección monetaria, estableciendo una congelación general de los precios. Fracasada esta primera tentativa, se fueron sucediendo otros planes: Plan Bresser (1987), Plan Verão (1988) y Plan Collor (1990); éste último se caracterizó por la confiscación del 80% de los activos financieros, sumiendo a la economía en un proceso recesivo. En julio de 1994 se lanzó el Plan Real que, con precios libres y el cambio fijado en valores nominales constantes, hizo caer la tasa de inflación y redujo aún más las tarifas comerciales. Después de muchos años de superávit comercial expresivo, la economía pasó a presentar déficit. Desde el punto de vista de la inflación, el Plan Real supuso un cambio radical, aunque en términos de crecimiento la estrategia de dicha actuación ha resultado menos prometedora. Las principales características de los cinco planes de estabilización económica aplicados en Brasil a partir de 1986 son las siguientes:

PLANES DE ESTABILIZACIÓN ECONÓMICA
Plan
Año
Principales medidas
Cruzado
1986
Cambio de la moneda: de cruzeiro a cruzado.Congelación de precios y salarios.Extinción de la corrección monetaria.Creación del seguro de desempleo.Reajuste automático de salarios, con determinado nivel de inflación.Se decreta la moratoria y se suspende el pago de la deuda externa.
Bresser
1987
Mantenimiento de la congelación de precios y salarios y de la moratoria.Aumento de las tarifas públicas.Fin del reajuste salarial automático.
Verão
1989
Control del déficit público para contener la inflación.Privatización de empresas estatales.Nueva congelación de los precios.Desindexación de la economía.
Collor
1990
Confiscación del 80% de los depósitos bancarios y aplicaciones financieras.Vuelve el cruzeiro como moneda.Congelación de los precios.Cese de funcionarios.Privatización de empresas estatales.Cierre de organismos públicos.Apertura de la economía a la competencia internacional.
Real
1994
Nueva moneda: el real.Tasa de cambio con paridad 1 real=1 dólar.Aceleración de las privatizaciones.Aumento de los intereses.Facilidades para las importaciones.Control del gasto público.Se mantiene el proceso de apertura económica.Se buscan medidas de apoyo para la modernización de las empresas.
Real
1999
Libre fluctuación del cambio.Reducción de las tasas de interés sobre los créditos a particulares.
Fuente: João Sayad, Panorama de la economía brasileña contemporánea.

El Gobierno que comenzó su andadura en 1995 tuvo como meta principal preparar y adaptar la Constitución de 1988 a las condiciones actuales de la economía mundial: la movilidad de capital, el crecimiento de las inversiones en el extranjero y la flexibilidad en las reglas de contratación. Además, el Gobierno comenzó rápidamente las operaciones para la privatización de numerosas empresas estatales: todo el sector siderúrgico nacional pasó a manos de la iniciativa privada, así como el sector petroquímico y de fertilizantes. También el sector de la energía eléctrica en el área de distribución y generación regional fue completamente privatizado, junto con el de las comunicaciones (Telebrás y otras empresas telefónicas estatales, tanto las fijas como las de telefonía móvil). De este modo, la privatización ha dejado de ser un objetivo prioritario en los planes gubernamentales, puesto que se ha realizado casi en su totalidad. En enero de 1999, después de la pérdida de una gran cantidad de reservas cambiarias, el Banco Central abandonó el sistema de tasas cambiarias fijas, que representaba una gran amenaza para la estabilidad económica del país. Como consecuencia de ello, el cambio se devaluó en casi un 60% en los primeros dos meses para pasar luego a un 30% con relación a la tasa fija final de 1998. Los resultados de este proceso fueron bastante positivos, ya que, aunque la tasa de inflación se elevó (aun menos de lo esperado), los flujos financieros internacionales se recompusieron rápidamente y la recesión prevista como resultado de la devaluación no tuvo las repercusiones esperadas. Así, la economía brasileña se libró de un obstáculo que impedía las exportaciones y las inversiones en la producción, sin comprometer la estabilidad de la moneda y la salud del sistema financiero. Observando los resultados de la economía mundial desde los años ochenta, puede constatarse que el modelo mundial de crecimiento ha generado economías con una baja tasa de inflación, pero con un ritmo de crecimiento bajo y un alto nivel de desempleo. Para Brasil, un país con una distribución de la renta concentrada, un escaso nivel de escolarización, un elevado desempleo estructural y una baja renta media, este patrón de evolución de la economía se presenta como una seria amenaza. El país debería realizar grandes inversiones en el área social y en infraestructuras y tecnología, pero el gran desequilibrio existente en el sector público, fruto de la política del cambio fijo y de los altos intereses, impide su realización a corto plazo. A largo plazo, el desarrollo de la economía depende del desempeño de los diversos sectores; el país posee uno de los parques industriales más diversificados y completos de Iberoamérica, por lo que tiene un gran potencial de crecimiento teniendo en cuenta además las grandes dimensiones de su mercado.
En relación a la agricultura, este sector ha demostrado su dinamismo introduciendo nuevos cultivos (como el azúcar, la soja y la naranja, además de diversas variedades de su producto más característico, el café) y ocupando zonas tradicionalmente improductivas (los llamados "cerrados") gracias a la mejora en laboratorio de variedades mejor adaptadas a las características de cada región. Por otra parte, la reforma agraria continúa siendo un reto importante si consideramos las grandes diferencias en el reparto de la riqueza y en la distribución de la propiedad de la tierra, muy concentrada en manos de unos pocos propietarios. De esta situación ha surgido el movimento dos sem terra (movimiento de los sin tierra), que agrupa a gran cantidad de trabajadores rurales y desempleados y que representa el descontento de una parte importante de la población frente a un sistema desequilibrado. La Seguridad Social en Brasil se basa en el sistema de reparto, según el cual las contribuciones de la población activa financian las pensiones de la inactiva, sistema que comienza a hacerse inviable cuando la edad media de la población se eleva. Este es el caso actual del país, que desde el decenio de los setenta comenzó a presentar un menor crecimiento demográfico y una población con una edad media mayor, por lo que el déficit financiero de la Seguridad Social, aunque no muy acusado en la actualidad, se presenta como un importante problema en el futuro, agravado por los fallos de un sistema demasiado grande y centralizado que permite fallos administrativos, corrupción y evasión fiscal. Por otra parte, el país presenta una desequilibrada distribución de la renta, ya que, según los datos de 1995, el 20% de la población se repartía el 63% del total, mientras que el 50% tenía acceso únicamente a un 12%. Teniendo en cuenta otros indicadores y la encuesta de la Organización de las Naciones Unidas (1996) sobre las condiciones de vida en el mundo, la renta media de la población con más recursos (10%) es cerca de treinta veces superior a la de los más desfavorecidos (40%). A pesar de ello, la economía brasileña presenta un gran potencial de crecimiento y cuenta con un interesante mercado consumidor, que se había visto duramente afectado por la inestabilidad existente en el país desde mediados de los años ochenta. Las inversiones en la producción de automóviles, aparatos electrónicos, televisión, bebidas, cemento y otros productos de consumo del mercado interno se han incrementado a buen ritmo desde 1994, lo que muestra la importancia y las expectativas del sector privado en el buen desempeño de la economía y en el crecimiento del mercado interior. Por ello, a pesar de ser un país con un pasado de gran inestabilidad política y una difícil situación social, que atraviesa por un período de grandes transformaciones, posee sin duda un gran futuro. Brasil tiene en la actualidad una población de 163 millones de habitantes, de los que casi 78 millones se encuentran en situación económicamente activa. En 1999 la renta per cápita se situaba en 3.396 dólares y el producto nacional bruto alcanzaba los 556.000 millones de dólares a precios constantes, lo que coloca al país como la mayor economía de Iberoamérica y la octava del mundo. La economía brasileña mostraba una evidente crisis al comenzar el año 1999, consecuencia de la fragilidad evidenciada desde finales de 1997. El elevado déficit fiscal y la sobrevaluación cambiaria complicaron la situación de la balanza de pagos, ya muy vulnerable ante los acontecimientos externos. La defensa de la moneda en el marco de una política cambiaria de ajuste gradual se hizo insostenible, lo que obligó al Gobierno a reemplazarla por una de libre flotación, hecho que provocó una fuerte devaluación. El Banco Central respondió con una fuerte elevación de las tasas de interés, aunque las redujo más adelante y ya hacia finales de año sus niveles nominales eran muy semejantes a los anteriores a la crisis. Al mismo tiempo, las medidas fueron acompañadas de una política fiscal austera encaminada a reducir el elevado déficit del sector público. El acuerdo logrado con el Fondo Monetario Internacional permitió tener acceso a una cuantía importante de recursos financieros externos, que contribuyeron a reducir la volatilidad del mercado de cambio. La severidad de las medidas fiscales y monetarias adoptadas y la importante devaluación auguraban para 1999 unos resultados negativos, con una disminución del nivel de actividad y un incremento de la inflación y del desempleo. Afortunadamente para el país, los pronósticos no se cumplieron, ya que el producto interno bruto (PIB) se estabilizó a lo largo del año, si bien es cierto que con uno de los indicadores más bajos desde la implantación del Plan Real. El último trimestre del año apuntó una mejoría de la producción industrial y de la inversión y así el año pudo cerrarse con un crecimiento del PIB del 1,0%, mientras que el PIB per cápita se redujo por segundo año consecutivo (-0,3%). Los precios al consumidor registraron incrementos del 8,4%, sobrepasando el 2,5% de 1998. En cuanto a la tasa de desempleo, se mantuvo estable y no se alteró con respecto a la del año anterior, alcanzando también el 7,6% de 1998. El modesto crecimiento del PIB, aliado con el mantenimiento de los dispositivos legales para las contrataciones y despidos, no permitió la generación de empleos en número suficiente para reducir esa tasa.
En el primer semestre de 2000 se ha mantenido el crecimiento observado en los últimos meses de 1999, con un aumento del PIB del 3,8% en esos seis meses; en cabeza de este aumento se sitúa el sector de las telecomunicaciones, cuyo producto creció un 14%, mientras que el del sector agropecuario alcanzó el 6,4% y la industria en general el 5,0%. La tasa de desempleo para este mismo período fue del 8,0% y la inflación acumulada se cifró en un 1,1%, valor considerado como positivo por el Gobierno que se fijó la meta del 6% para todo el año. También la balanza comercial mejoró sus resultados en el primer semestre de 2000, ya que las exportaciones crecieron un 16,5% y las importaciones un 9,8% en relación con el mismo período de 1999, arrojando un saldo favorable de 819 millones de dólares, frente a los 621 millones de déficit registrados el año anterior. Por todos estos datos, se puede considerar que el balance de la economía brasileña reciente ha resultado positivo; la recuperación de la crisis que atravesó en los años 1997-1999 ha desembocado en unas condiciones que le permiten afrontar el futuro inmediato con confianza, aunque para ello sea necesario mantener un ritmo de crecimiento elevado a lo largo de bastante tiempo.

PRINCIPALES INDICADORES ECONÓMICOS
Concepto
1997
1998
1999
2000 (1)

Producto interno bruto
3,6
-0,1
1,1
3,8
Índice de precios al consumo
4,3
2,5
8,4
1,1
Salario real
1,4
2,2
2,0
s/d
Dinero (M1)
58,9
7,1
22,7
16,5
Tipo de cambio real efectivo (2)
-2,4
4,0
51,0
s/d
Relación de intercambio
5,8
s/d
s/d
s/d
Porcentajes
Tasa de desempleo urbano
5,7
7,6
7,6
7,8
Resultado fiscal/producto interno bruto
-4,3
-7,5
-3,2
s/d
Tasa de interés real pasiva
17,8
24,1
19,8
10,9 (3)
Tasa de interés real activa
41,9
88,5
75,2
23,9 (3)
Millones de dólares
Exportaciones de bienes y servicios
59.176
59.705
56.016
s/d
Importaciones de bienes y servicios
75.139
75.941
63.349
s/d
Saldo de cuenta corriente
-30.493
-34.000
-24.730
s/d
Cuenta de capital y financiera
22.586
16.702
13.952
s/d
Balance global
-7.907
-17.299
-10.788
s/d
(1) Primer semestre.(2) Una tasa negativa significa una apreciación real.(3) Primer trimestre.Fuente: Comisión Económica para América Latina y el Caribe.

No hay comentarios:

Publicar un comentario